No estoy comenzando a anunciar una bebida gaseosa pero lo que pasó el domingo en el Campín dio sensaciones parecidas. Después de años y años de mediocridad, Millonarios es cuarto en el futbol profesional colombiano y por primera vez en mucho tiempo llega como máximo favorito al clásico ante su rival de patio que sigue dejando una imagen pálida a pesar de conseguir un empate como visitante en cancha del Itagüi.
Pero sigamos con las buenas noticias azules y es lo más gratificante de este buen momento embajador es que comenzó por donde tenía que ser: por la cabeza. La indiscutible victoria de un hombre honesto como José Roberto Arango frente a las fuerzas oscuras que ostentaban el poder del club en la antigüedad fue el primer baño de sanación para que los jugadores, al día y sin excusas de nada, se dedicaran a jugar y qué bien que lo están haciendo. Empezando por Nelson Ramos, quien pese a su cuestionado ingreso a la titular, desplazando a un Delgado que no cometió error alguno, supo responder a esa confianza con grandes atajadas y una seguridad incontestable. Siguiendo por Cichero, quien vituperado y vilipendiado tanto por hinchas como por crónica especializada igual que su compatriota Páez, contestó con goles y comportándose como todo un patrón de la zaga. En el medio, Juan Esteban Ortiz ha demostrado ser un autentico REFUERZO (así, en mayúsculas) y tanto así que su baja se sintió por pasajes así el equipo haya goleado incontestablemente al Real Cartagena por 3-0.
Y llegamos al punto más alto: Jefferson Angulo. Un jugador que fue el último en llegar, que nadie se explicaba qué hacia en Millonarios, viniendo de una liga desconocida y cuando todos esperaban un delantero, llega este exquisito y práctico volante de creación con gran inteligencia de juego, una técnica depurada, una media distancia endiablada y con cero ínfulas de estrella y una humildad a toda prueba. Vaya diamante en bruto se han encontrado Páez, Álvarez y Nicolás García. De mantener este nivel (y, dicho sea de paso, a Mayer Candelo en el banco) Angulo debe consolidarse como una de las revelaciones no solo de Millonarios sino del campeonato. Arriba, los goles llegaron de donde menos se esperaban: no de Wilson Carpintero sino de Carlos Preciado y especialmente de Edison Tolosa. Dos que ya se habían convertido en “culebritas” pero tenían con un cartel de improductividad colgado en sus cuellos. Se han sacado la sal y de qué manera.
De mi memoria hace rato escaparon los tiempos en los que Millonarios peleaba los altos puestos de la tabla pero sobre todo aquellos en que jugaba así: con jugadores comprometidos, con criterio y administración de pelota, con laterales que marcan y salen y con goleadores que definen. Que refrescante es para el fútbol colombiano que uno de sus grandes esté renaciendo. Cuando las cosas son hechas con amor y por gente buena, tienen que rendir frutos. Si hay justicia en este mundo, Arango deberá llevar el proceso administrativo a feliz término con la nueva sociedad, y estos jugadores deberán llevar la ilusión de la hinchada a hacer un gran papel en los nuevos play-offs de nuestra liga. Para atrás, ni para coger impulso.
Siga este domingo a Esteban Lugo como invitado especial a la transmisión del clásico bogotano por www.decibelesradio.com